La Iglesia de San Juan de Dios, sede canónica de la Hermandad de la Vera+Cruz de Arcos, vive  un momento crucial. Tras años de silencio, sus históricas campanas —San Juan de Dios, fechada en 1672; San Francisco, de 1768; y San Rafael, de principios del siglo XX— han sido retiradas para su restauración integral en el prestigioso taller de los Hermanos Mendoza, en Sevilla. Una intervención necesaria que permitirá devolver el esplendor a la espadaña y recuperar en un futuro próximo el tradicional repicar simultáneo que durante siglos acompañó la vida de la vecindad arcense.

Pero esta buena noticia convive con una realidad preocupante: el delicado estado de conservación del templo, amenazado por las inclemencias meteorológicas, el paso del tiempo y la falta de medios. Fisuras en las bóvedas, humedades en los retablos, ataque de termitas en bienes patrimoniales han obligado a la Hermandad a lanzar un llamamiento urgente de ayuda.

Para conocer de primera mano cómo se están afrontando estos retos, en nuestro espacio “Arcos Actualidad” entrevistamos a Laura Oñate, hermana mayor de la Hermandad de la Vera Cruz de Arcos, que nos detalla la importancia de la restauración de las campanas, la difícil situación de la iglesia y el esfuerzo que realizan hermanos y hermanas para preservar este patrimonio de casi quinientos años de historia.

Restauración de las campanas

Las tres campanas  viajaron el mismo lunes hasta el taller sevillano de los Hermanos Mendoza, uno de los más prestigiosos de Andalucía en este campo. Allí se someterán a un proceso integral: limpieza, conservación de la pieza original, fabricación de yugos nuevos y renovación de los sistemas de anclaje. “Nunca antes recordamos haber visto bajarlas de manera completa. Solo se habían restaurado los yugos, pero la campana en sí jamás había sido intervenida. Para nosotros es algo histórico”, subraya Oñate. Durante su retirada, además, la Hermandad descubrió grabados y escudos en el bronce que podrían corresponder a los donantes originales, un testimonio de gran valor histórico. El plazo de la restauración se estima en un mes aproximadamente. El deseo, confiesa la hermana mayor, es que pronto se pueda recuperar el tradicional repique para lo que se instalarán el mecanismo que no había sido instalado por su estado delicado.

Frentes abiertos

La restauración de las campanas ha servido también para acometer pequeñas labores de mantenimiento en la espadaña, afectada por la vegetación y la erosión de la piedra. Pero la gran preocupación sigue siendo el propio templo de San Juan de Dios. La iglesia, que alberga el día a día de la Hermandad, se encuentra en un delicado estado de conservación. Actualmente se realizan catas en las vigas de madera para determinar cuáles pueden salvarse y cuáles deben sustituirse. “Es un proceso lento, pero imprescindible. Aunque no hay riesgo de derrumbe, las lluvias de otoño e invierno agravan las filtraciones y aceleran el deterioro. Si no se actúa pronto, el problema irá a más”, explica Oñate.

A este diagnóstico se suma la amenaza de las termitas, que obligaron el pasado año a cerrar temporalmente la iglesia al culto para realizar un tratamiento de desinsectación. Aunque hoy la situación está controlada, la Hermandad mantiene el seguimiento activo para evitar rebrotes.

El peso de la financiación y el esfuerzo comunitario

Detrás de cada intervención, ya sea sobre las campanas o sobre el templo, asoma siempre la misma dificultad: la falta de recursos. “El presupuesto es muy elevado y la Hermandad, por sí sola, no puede asumirlo”.

Mientras tanto, la corporación mantiene activa una cuenta para donaciones y prepara actividades a partir de septiembre con el objetivo de recaudar fondos. Y no solo para las campanas o el templo: también están en marcha las restauraciones de las imágenes de la Virgen de los Dolores y San Juan Evangelista, lo que multiplica el esfuerzo necesario. “Tenemos mucho trabajo por delante, pero creemos en el esfuerzo compartido. Con la ayuda de todos, de instituciones y de particulares, lograremos que este patrimonio no se pierda”, afirma Oñate.

Campanas que son memoria

El valor de las campanas trasciende lo material. Durante siglos, su repique simultáneo marcó el ritmo de la vida religiosa, social y cotidiana de Arcos de la Frontera. Con su silencio prolongado, la comunidad perdió no solo un sonido, sino también una parte de su memoria. Hoy, con su restauración en marcha, se abre la esperanza de que ese sonido perdido vuelva a resonar. Y con él, que el templo que las alberga encuentre también el camino hacia su recuperación definitiva.

En el siguiente enlace pueden escuchar la entrevista completa a la hermana mayor, Laura Oñate:

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